La premisa argumental de la película La felicidad reside en la idílica vida familiar de François, un carpintero humilde cuya mayor ambición radica en el amor incondicional por su esposa e hijos. No obstante, el curso narrativo pronto desvela una realidad distinta: el protagonista, lejos de ser una víctima, es quien transgrede los votos maritales al iniciar una aventura extramarital con su amante Émilie.
Este filme desafía las convenciones sociales al exhibir, con destellos de una aparente felicidad hogareña, los caprichos hedonistas de un marido infiel. La directora Agnès Varda articula una sátira mordaz contra la hipocresía que subyace en el constructo del matrimonio y la familia nuclear.
La subversión argumental se complementa con una estética cinematográfica que evoca la inocencia y la nostalgia. Los planos amplios de campos verdes, las risas despreocupadas de los niños y la música alegre de Mozart contrastan irónicamente con las acciones reprobables del protagonista.
La felicidad es ante todo, una mirada femenina y vanguardista
El guión, concebido por la propia Varda, se distingue por su estructuración poco convencional y su cuestionamiento del statu quo. La trama se desarrolla sin una linealidad estricta, permitiendo que las acciones moralmente ambiguas de François se entretejan con momentos aparentemente idílicos.
La dirección de arte de Claude Sautet captura con maestría los ámbitos opuestos que coexisten: por un lado, los espacios domésticos cálidos y los exteriores bucólicos; por otro, los escenarios urbanos más oscuros donde tienen lugar los encuentros clandestinos.
La fotografía de los aclamados Brownie y Coutard, imprime una estética distintiva, basada en la iluminación natural y los colores vibrantes. Esta paleta visual refuerza la dualidad entre la supuesta perfección hogareña y la turbulencia emocional que late bajo la superficie.
Psicología de los personajes y el rol actoral
François, interpretado por Jean-Claude Drouot, encarna la hipocresía masculina en su máxima expresión. Su rostro impasible y sus acciones calculadas revelan a un hombre egoísta y manipulador, dispuesto a sacrificar la estabilidad familiar por satisfacer sus deseos carnales.
Por su parte, Thérèse (Marcelle Faure-Bertin), la esposa engañada, representa la ingenuidad femenina sometida a los caprichos del patriarcado. Su actuación sutil pero desgarradora transmite la vulnerabilidad de una mujer que idolatra a su marido, ajena al engaño.
Émilie (Marie-France Boyer), la amante, equilibra su sensualidad con una dosis de perspicacia. Aunque cómplice del adulterio, su personaje sugiere que también es víctima de las mentiras y el egoísmo masculino.
Influencias e inspiraciones
Esta provocativa obra de Varda bebe de diversas corrientes artísticas y filosóficas. Por un lado, se inserta en la tradición de la Nouvelle Vague francesa, caracterizada por su enfoque vanguardista y su crítica a las convenciones sociales. La libertad formal y narrativa de la cinta es un claro homenaje a este movimiento.
Por otro lado, la película evoca la iconografía pictórica renacentista, especialmente en las escenas familiares al aire libre, donde los personajes se asemejan a figuras clásicas en un entorno pastoril. Esta influencia refuerza la ironía subyacente, al yuxtaponer ideales estéticos elevados con acciones moralmente reprochables.
Asimismo, el filme dialoga con el existencialismo al cuestionar la autenticidad de las emociones y las relaciones humanas. La “felicidad” aparente del protagonista se revela como una fachada vacía, una impostura motivada por el egoísmo y el hedonismo.
Agnès Varda: La disidente del cine francés
Agnès Varda (1928-2019) fue una cineasta belga, pionera del cine de vanguardia y una de las figuras más influyentes de la Nouvelle Vague. Su carrera se distinguió por su mirada única y su compromiso con retratar las complejidades de la condición humana, especialmente desde una perspectiva femenina.
Proveniente de una familia burguesa, Varda rompió los moldes al incursionar en el mundo del cine, un ámbito tradicionalmente dominado por hombres. Su estilo visual innovador y su narrativa no lineal desafiaron las convenciones de la época, abriendo camino a nuevas formas de expresión cinematográfica.
A lo largo de su prolífica trayectoria, abordó temas controvertidos como el adulterio, la sexualidad y la identidad de género. La felicidad, es un ejemplo emblemático de su capacidad para abordar cuestiones sociales complejas con una mirada irónica y provocadora.
Contrastes sonoros simbólicos
El diseño de sonido de esta cinta juega un papel crucial en acentuar los contrastes entre apariencia y realidad. Las risas despreocupadas de los niños y los sonidos cotidianos del hogar crean una atmósfera engañosamente armoniosa, que se ve abruptamente interrumpida por los silencios incómodos y los murmullos furtivos que rodean los encuentros adúlteros.
La banda sonora, magistralmente seleccionada por Varda, emplea piezas clásicas de compositores como Mozart y Vivaldi. Estas melodías alegres y etéreas contrastan irónicamente con las acciones poco éticas del protagonista, reforzando la idea de que la belleza exterior puede encubrir una realidad mucho más sórdida.
Asimismo, la incorporación de canciones populares francesas de la época aporta un toque de realismo y autenticidad, anclando la historia en un contexto sociocultural específico. Esta combinación de elementos sonoros diversos crea una experiencia auditiva rica y simbólica.