El equilibrio entre la vida laboral y personal cada vez se ha vuelto más difuso, y Severance emerge como una propuesta televisiva que lleva esta premisa a su máxima expresión distópica. La serie de Apple TV+ nos sumerge en Lumon Industries, una misteriosa corporación que ofrece a sus empleados someterse al procedimiento de separación: una intervención cerebral que divide completamente sus recuerdos laborales de los personales, creando efectivamente dos versiones distintas de cada individuo que jamás se conocerán entre sí.
La primera temporada nos presenta a Mark Scout (Adam Scott), un empleado del departamento de “refinado de macrodatos” que ha optado por este procedimiento tras perder a su esposa en un accidente. Mientras su “outie” (versión externa) lidia con el duelo, su “innie” (versión interna) trabaja en un entorno aséptico y desconcertante, siguiendo protocolos incomprensibles junto a sus compañeros Dylan, Irving y la recién llegada Helly. Lo que comienza como una rutina extraña pero aparentemente inofensiva, pronto se revela como algo mucho más siniestro cuando comienzan a descubrir indicios de que el trabajo que realizan podría tener consecuencias nefastas.
La segunda temporada profundiza en los misterios de Lumon y amplía el alcance de la narrativa. Tras el impactante final de la primera entrega, donde los “innies” logran activar el “protocolo de contingencia” que les permite tomar brevemente el control fuera del trabajo, las repercusiones son inmediatas. La búsqueda de la verdad se intensifica mientras los protagonistas navegan por las complejidades de sus existencias fragmentadas, revelando gradualmente los oscuros secretos que Lumon ha mantenido ocultos durante décadas y enfrentándose a las consecuencias psicológicas de vivir como personas divididas.

Las profundidades de Lumon: La historia detrás de la separación
Severance construye meticulosamente un universo donde la deshumanización corporativa alcanza niveles distópicos. Lumon Industries, fundada por el enigmático Kier Eagan, opera bajo una filosofía cuasi religiosa que venera la productividad y el sacrificio personal. La empresa ha desarrollado la tecnología de Severance supuestamente para mejorar la eficiencia laboral y permitir a los empleados disfrutar plenamente de su tiempo libre, sin las preocupaciones del trabajo. Sin embargo, la realidad es mucho más perturbadora: los “innies” son esencialmente prisioneros condenados a existir únicamente en el entorno laboral, sin recuerdos de una vida exterior y completamente a merced de las manipulaciones de sus superiores.
El trabajo que realizan los protagonistas en el departamento de refinado de macrodatos es deliberadamente críptico. Pasan sus días identificando y clasificando “números aterradores” en sus pantallas, siguiendo criterios puramente intuitivos y emocionales, en una tarea cuyo propósito real permanece oculto. Este microcosmos laboral está regido por incentivos infantilizantes (como los codiciados “waffle parties“), castigos desproporcionados (como el temido “break room“, donde los empleados son obligados a disculparse repetidamente por infracciones menores), y una estricta segregación departamental que mantiene a los trabajadores en la ignorancia sobre lo que sucede en otras secciones de la empresa.
A medida que la serie avanza, se revela que Lumon tiene conexiones con prácticamente todos los aspectos de la comunidad exterior, ejerciendo una influencia política y social que trasciende el ámbito corporativo. La tecnología de separación es solo la punta del iceberg de un experimento social a gran escala, con ramificaciones que tocan temas como el libre albedrío, la identidad personal y el consentimiento. La aparición de un movimiento de resistencia contra la práctica de la separación, así como las revelaciones sobre experimentos previos con la tecnología, añaden capas adicionales a una conspiración que se extiende generaciones atrás y cuyos verdaderos objetivos permanecen envueltos en el misterio.

La maestría técnica de Severance
La dirección visual de Severance constituye uno de sus aspectos más distintivos y elogiados. Ben Stiller y Aoife McArdle, directores de la serie, construyen un lenguaje cinematográfico preciso que diferencia los dos mundos habitados por los protagonistas. El interior de Lumon es un espacio minimalista, de colores desaturados y geometría rigurosa, donde los interminables pasillos blancos y las oficinas sin ventanas crean una desorientación espacial que refleja la condición mental de los “innies“. Esta estética limpia pero inquietante contrasta con los exteriores invernales y los hogares de los “outies“, que aunque más cálidos, mantienen una cualidad igualmente alienante que sugiere que la división entre ambos mundos no es tan absoluta como parece.
El trabajo de la directora de fotografía Jessica Lee Gagné resulta fundamental para establecer esta dualidad. Su uso del encuadre simétrico, perspectivas forzadas y una iluminación clínica en Lumon evoca tanto la tradición del cine de Stanley Kubrick como la pintura metafísica de Giorgio de Chirico, creando espacios que parecen simultáneamente expansivos y claustrofóbicos. La cámara frecuentemente adopta ángulos elevados que minimizan a los personajes dentro del entorno corporativo, reforzando su insignificancia individual frente al sistema. Este tratamiento contrasta con los planos más cercanos y móviles utilizados en las escenas exteriores, generando un ritmo visual que acompaña perfectamente la narrativa.
La dirección de arte, a cargo de Jeremy Hindle, complementa esta visión con una meticulosa construcción de espacios que combinan elementos retro-futuristas. Los computadores CRT de los años 80, mezclados con tecnología avanzada de separación cerebral, crean una temporalidad ambigua que desorienta al espectador. Particularmente brillante es el diseño de las distintas secciones de Lumon, cada una con su propia paleta de colores y distribución espacial, desde la aséptica área de refinado de macrodatos hasta los espacios del “perpetuity wing“, donde se veneran los bustos de los fundadores. Este diseño no es meramente estético, sino que funciona como extensión narrativa, revelando sutilmente aspectos de la jerarquía y la filosofía corporativa a través de elementos visuales cuidadosamente seleccionados.

Las mentes divididas
La complejidad psicológica de Severance reside en su exploración de la identidad fragmentada. Cada personaje principal existe como dos entidades separadas que comparten un cuerpo pero ningún recuerdo, creando dilemas éticos y existenciales fascinantes. Mark Scout, interpretado con brillante sutileza por Adam Scott, encarna esta dualidad: su “innie” desarrolla gradualmente una curiosidad y rebeldía que contrasta con la resignación depresiva de su “outie”, aunque ambas versiones comparten una humanidad subyacente que Scott comunica a través de matices gestuales apenas perceptibles, sugiriendo una continuidad de identidad que trasciende la separación artificial.
Britt Lower ofrece una interpretación igualmente notable como Helly R., cuya versión interna manifiesta desde el principio una resistencia visceral a su situación. Su arco dramático revela gradualmente las contradicciones de una persona literalmente en guerra consigo misma, especialmente cuando descubrimos su verdadera identidad exterior. Lower transmite con precisión tanto la determinación feroz como la vulnerabilidad de alguien que descubre que es, esencialmente, su propio carcelero. Por su parte, Zach Cherry como Dylan y John Turturro como Irving proporcionan contrapuntos esenciales: el primero con su pragmatismo sardónico que esconde un profundo anhelo por la familia que apenas conoce, y el segundo con su inicial devoción institucional que gradualmente se desmorona ante revelaciones personales y la inesperada conexión con Burt (interpretado con delicada humanidad por Christopher Walken).
Patricia Arquette merece mención especial por su interpretación de Harmony Cobel, la supervisora cuya aparente rigidez esconde una devoción fanática hacia los principios de Lumon. El contraste entre su personalidad corporativa y su alter ego como la aparentemente amable vecina de Mark crea uno de los personajes más inquietantes de la serie. Igualmente perturbador resulta el personaje de Milchick, interpretado por Tramell Tillman, cuya perpetua sonrisa profesional apenas oculta la amenaza latente que representa. La fuerza de estas actuaciones reside en cómo cada actor logra transmitir la sensación de fragmentación psicológica sin caer en la caricatura, manteniendo siempre un ancla de humanidad reconocible incluso en las situaciones más surrealistas, lo que permite al espectador conectar emocionalmente con estos personajes divididos y sus dilemas existenciales.

Las raíces de la serie
La arquitectura narrativa de Severance se erige sobre una rica tradición de distopías corporativas que incluye obras literarias como “1984” de George Orwell y “Un mundo feliz” de Aldous Huxley. Sin embargo, su perspectiva más directamente emparenta con obras como “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” de Philip K. Dick o “La posibilidad de una isla” de Michel Houellebecq, explorando cómo la fragmentación de la conciencia afecta fundamentalmente a nuestra humanidad. El concepto de identidad dividida evoca también el mito platónico de las almas gemelas, pero subvirtiéndolo: aquí, las mitades no buscan reunirse sino que existen en conflicto, representando la moderna disociación entre nuestro ser laboral y personal.
Cinematográficamente, Severance va por la tradición del cine distópico corporativo como “Brazil” de Terry Gilliam y “El método” de Marcelo Piñeyro, así como del minimalismo inquietante de “El cubo“. La influencia estética de Kubrick es innegable, particularmente de “2001: Una odisea del espacio” y “El resplandor“, en la creación de espacios que son simultáneamente ordenados y profundamente perturbadores. También se perciben ecos del cine de David Lynch, especialmente en la yuxtaposición de lo cotidiano con lo siniestro, y de Charlie Kaufman en su exploración de la memoria y la identidad fragmentada. La serie transforma estas influencias en algo distintivamente propio, utilizando la estética retro-futurista para crear un mundo que parece simultáneamente familiar y alienante.
Filosóficamente, Severance dialoga con conceptos fundamentales sobre la naturaleza de la conciencia y la identidad personal. Resuena con las teorías de John Locke sobre cómo los recuerdos constituyen la continuidad del ser, y con las ideas de Michel Foucault sobre cómo las instituciones moldean a los individuos. La serie cuestiona implícitamente: ¿somos verdaderamente la misma persona en el trabajo que en casa? ¿Hasta qué punto nuestros entornos definen quiénes somos? ¿Constituye el consentimiento inicial para el procedimiento de separación un verdadero consentimiento, cuando la persona que vivirá con las consecuencias será, efectivamente, otra? Estas preguntas éticas enriquecen la narrativa, elevándola más allá del simple entretenimiento hacia una reflexión profunda sobre aspectos fundamentales de la experiencia humana contemporánea.
Artísticamente, la estética de Severance evoca el surrealismo arquitectónico de Giorgio de Chirico y las perspectivas imposibles de M.C. Escher, así como la pintura metafísica con sus espacios vacíos y atemporales. El diseño interior de Lumon recuerda a las oficinas minimalistas proyectadas por arquitectos modernistas como Mies van der Rohe, pero despojadas de calidez y funcionalidad humana, convirtiéndose en espacios que sirven más como instrumentos de control que como entornos de trabajo. Esta fusión de influencias artísticas, cinematográficas, literarias y filosóficas crea un tapiz cultural rico que permite múltiples niveles de lectura e interpretación, contribuyendo a la profundidad y resonancia duradera de la serie.

Dan Erickson: La mente creativa tras Severance
Dan Erickson, el creador de Severance, emergió como una voz distintiva en la televisión contemporánea con esta serie que marcó su debut como showrunner. Formado inicialmente como actor antes de dirigir su carrera hacia la escritura, Erickson concibió la idea de Severance inspirado en sus propias experiencias en trabajos corporativos poco gratificantes, donde frecuentemente fantaseaba con poder separar su conciencia durante las horas laborales. Lo que comenzó como una reflexión personal sobre la alienación en el entorno de trabajo moderno evolucionó gradualmente hacia una exploración más profunda sobre la identidad y el control corporativo, temas que Erickson desarrolló durante casi una década antes de que el proyecto fuera adquirido por Apple TV+.
La persistencia de Erickson con este concepto es un testimonio de su visión: el guion piloto de Severance apareció en la “Black List” de 2016, una selección anual de los mejores guiones no producidos de Hollywood, lo que finalmente atrajo la atención de Ben Stiller y su compañía Red Hour Productions. La colaboración entre Erickson y Stiller resultó fundamental para definir el tono único de la serie, fusionando la visión conceptual del primero con la experiencia visual del segundo. A pesar de ser un recién llegado a la industria televisiva, Erickson demostró una notable capacidad para orquestar una narrativa compleja que equilibra elementos de ciencia ficción, thriller psicológico y sátira corporativa sin perder coherencia.
Lo que distingue a Erickson como narrador es su habilidad para utilizar un concepto de alta ciencia ficción como vehículo para explorar preocupaciones profundamente humanas y contemporáneas. Su enfoque se caracteriza por una atención meticulosa al detalle y una construcción gradual del misterio que nunca pierde de vista las implicaciones emocionales y éticas para sus personajes. En entrevistas, Erickson ha mencionado influencias tan diversas como “El show de Truman“, la obra de Kafka y sus propias experiencias en entornos laborales deshumanizadores, reflejando un enfoque que fusiona lo personal con lo universal. Con Severance, Erickson ha establecido un universo narrativo con potencial para explorar múltiples facetas de la condición humana moderna, posicionándose como una de las voces más prometedoras y originales en el panorama televisivo actual.

La inmersión sonora
El diseño sonoro de Severance constituye uno de sus elementos narrativos más sutiles pero efectivos. Bajo la dirección de Romain Antoniou-Gloucester, la serie utiliza el sonido como herramienta fundamental para diferenciar los dos mundos habitados por los protagonistas. El entorno de Lumon se caracteriza por un paisaje sonoro minimalista donde el silencio es casi opresivo, interrumpido solo por sonidos mecánicos precisos: el zumbido apenas perceptible de las luces fluorescentes, el eco distante en pasillos aparentemente infinitos, el ritmo metronómico de los teclados. Estos elementos crean una atmósfera de vigilancia constante donde cada sonido adquiere una relevancia inquietante, reflejando acústicamente el control al que están sometidos los “innies“.
Este tratamiento contrasta marcadamente con el mundo exterior de los “outies”, donde los sonidos naturales y el ruido ambiente crean un entorno acústicamente más rico pero igualmente perturbador en su normalidad aparente. Particularmente efectivo es el uso de transiciones sonoras durante los momentos de “activación” y “desactivación” de las personalidades, donde un zumbido característico sirve como puente entre ambos mundos, creando un leitmotiv sonoro que condiciona al espectador a anticipar el cambio de conciencia. Estos detalles acústicos no son meramente decorativos sino que funcionan como elementos narrativos esenciales que refuerzan la desorientación espacial y temporal experimentada por los personajes.
La banda sonora original compuesta por Theodore Shapiro complementa perfectamente esta arquitectura sonora. Shapiro, conocido por su trabajo en comedias y dramas, crea para Severance una partitura que fusiona elementos electrónicos con composiciones orquestales minimalistas que evocan simultáneamente nostalgia y alienación. El tema principal, con su progresión de piano repetitiva que gradualmente incorpora elementos discordantes, encapsula perfectamente la premisa de la serie: una aparente normalidad que lentamente revela su naturaleza perturbadora. Particularmente destacable es el uso de motivos musicales distintivos para los diferentes departamentos de Lumon y para los momentos de revelación emocional, creando un subtexto musical que guía sutilmente las reacciones del espectador sin resultar manipulador. Esta integración perfecta entre el diseño sonoro y la composición musical crea una experiencia auditiva cohesiva que refuerza la desorientación calculada que constituye una de las señas de identidad de la serie.